EL TEMPLO
La
Parroquia
de
Brenes,
como
institución,
remonta
sus
orígenes
a
la
incorporación
de
la
población
a
la
Corona
de
Castilla,
si
bien,
documentalmente,
en
relación
con
el
funcionamiento
de
la
Parroquia
y
la
existencia
de
una
iglesia
en
la
localidad
contamos
con
las
referencias
incluidas
en
el
Libro
Blanco
de
la
Catedral
de
Sevilla,
fechadas
en
1411,
si
bien
intentan
remontar
su
origen
al
gobierno
episcopal
de
Don
Remondo a finales del siglo XIII, concretamente al año 1285, y que, claramente, nos dicen:
“Estos
son
los
lugares
del
arzobispo
en
que
hay
pueblos
e
iglesias
pero
no
hay
títulos
de
beneficios.
Hay
capellanes
y
no
son
perpetuos
y
pónelos
y
págalos
el
dicho
arzobispo.
Y
el
cabildo
no
tiene
parte
en
los
diezmos
de
estos
lugares
salvo
en
Cantillana
que
tiene
la
mitad
de
todos
los
diezmos
y
por
ello
no
paga
parte
en
los
capellanes
del
dicho
lugar
ni
otra
cosa
ni
carga
alguna.
Que
así
se
contiene
en
la
partición
que
fue
hecha entre el arzobispo don Remondo y el cabildo. La cual está en el Sagrario.
Cantillana / Brenes / Villaverde / Umbrete / Rianzuela / Zalamea con el Cerro.”
Sobre el edificio de la iglesia debemos suponer que existiría un templo desde el siglo XIV, en que se repuebla la localidad, si bien la primera
referencia
documental
conservada
sobre
un
edificio
religioso
en
funcionamiento
en
la
población,
al
día
de
hoy,
está
fechada
en
la
primera
década
del
siglo
XVI,
siendo
Párroco
Francisco
González,
lo
que
nos
lleva
a
afirmar
que
su
edificación
debió
realizarse
en
la
centuria
anterior,
el
siglo XV, lo que además se corrobora por sus características constructivas originales enmarcadas en el estilo mudéjar propio de ese tiempo.
Las
investigaciones
apuntan
a
que,
originalmente,
el
templo
iba
a
tener
sólo
tres
tramos
o
cuerpos
de
arcadas,
similar
a
la
Parroquia
de
las
Nieves
de
La
Rinconada,
con
la
que
guarda
gran
similitud
constructiva,
pero
por
motivos
de
un
gran
aumento
demográfico
en
el
citado
siglo
XV
se
optó
por
añadir
dos
cuerpos
más
hacia
la
cabecera,
ello
explica
por
qué
termina
siendo
relativamente
pequeña
para
las
dimensiones
del
templo, refiriéndonos al Presbiterio y que la misma se encaja en el trazado urbano, generando un estrechamiento de la Calle G. A. Bécquer.
Del
mismo
modo,
la
aparición
de
restos
óseos
humanos
(por
la
costumbre
de
enterrar
en
terreno
sagrado
e
interior
de
las
iglesias)
hacia
la
plaza
y
la
Puerta
del
Perdón
(popularmente
de
los
novios),
apuntan
a
la
posibilidad
de
la
existencia
de
un
templo
parroquial
anterior
al
actual
e
inmediato
al
mismo,
en
parte
del
espacio
que
actualmente
ocupa
la
Plaza,
que
podría
datarse
en
los
siglos
XIII
o
XIV
y
que
debió
verse
muy
afectado
por
la
gran
riada
de
1434,
que
según
las
crónicas
arrasó
y
derribó
el
caserío
de
Brenes
y
que
debió
motivar
la
construcción
del
actual
edificio, si bien se desconoce la fecha exacta de su consagración.
Respecto
a
este
punto,
su
consagración
como
templo
católico
de
culto,
aun
no
conociéndose
la
fecha
exacta,
si
sabemos
que
desde
un
principio
fue
consagrado
a
la
Purísima
Concepción
de
Nuestra
Señora
(también
referida
como
Nuestra
Señora
de
la
Concepción
o
Pura
y
Limpia
Concepción
de
Nuestra
Señora,
según
documentos),
llegando
a
contar
con
una
Cofradía
de
esta
advocación
mariana,
fundada
varios
años
antes
que
la
primera
que
se
erige
en
la
ciudad
de
Sevilla,
probablemente
motivado
por
la
presencia
de
sacerdotes
de
gran
formación
teológica
y
fervientes defensores de este dogma que acudían a la localidad, al ser un lugar de señorío de los Arzobispos de Sevilla.
Dado
que
Brenes
fue
propiedad
de
los
Arzobispos
de
Sevilla,
hasta
el
31
de
diciembre
de
1574,
desde
un
principio
contó
con
la
presencia
de
numerosos
sacerdotes,
Canónigos
miembros
del
Cabildo
catedralicio
que
ejercían
de
Alcaldes
Mayores
o
Alcaides
de
la
Villa
(D.
Pedro
Fernández
de
Solís,
Obispo
de
Cádiz,
que
representa
al
Concejo
de
la
Villa
ante
el
Concejo
de
Carmona
en
1479,
Francisco
de
Morats,
Pedro
Yenens,
Marcos
de
Lucio,
secretario
personal
del
Cardenal
Diego
Hurtado
de
Mendoza
y
que,
en
los
primeros
años
del
siglo
XVI,
sobre
sus
casas
y
viñas
en
esta
Villa
dota
una
de
las
Capellanías
de
Coro
de
la
Catedral
en
Memoria
del
citado
Cardenal,
Melchor
de
Matamoros,
Luis
de
Peñalosa,
etc.)
,
así
como
la
presencia
misma
de
Arzobispos
y
Obispos
Auxiliares
que
se
hospedaban
en
la
población
en
las
llamadas
Casas
de
la
Dignidad
Arzobispal
(hoy
Complejo
Parroquial)
y
asistían
a
su
Parroquia,
tales
como
el
Arzobispo
Fray
Diego
de
Deza,
que
en
1518
aprueba
las
Ordenanzas
Municipales,
y
en
1522,
personalmente,
entrega
en
esta
Parroquia
las
Constituciones
de
su
Colegio
de
Santo
Tomás,
fundado
en
1517,
a
los
Padres
Dominicos
que
debían
regentarlo;
y
el
Arzobispo
Alonso
Manrique
en
1534,
o
el
IV
Marqués
de
Denia,
D.
Francisco
de
Rojas,
en
1570,
mientras
negociaba
asuntos
con
la
Sede
Hispalense
de
su
hermano
Cristóbal
de
Rojas
y
Sandoval,
entonces
Obispo
de
Córdoba y un año más tarde Arzobispo de Sevilla.
Pese
a
que
el
señorío
de
la
Villa
pasó
a
manos
laicas,
a
los
Vicentelo
de
Leca,
desde
el
primero
de
enero
de
1575,
tanto
el
diezmo
como
el
patronazgo
sobre
la
Iglesia
permanecieron,
completamente,
bajo
la
Autoridad
Arzobispal,
es
por
ello
que
todas
las
obras
y
reformas
en
el
Templo
fueron
auspiciadas
por
los
diferentes
Arzobispos
a
través
de
los
siglos,
muestra
de
ello
es
la
permanencia
de
la
Cruz
Patriarcal,
propia
de
los
Arzobispos,
coronando
su
torre
campanario,
al
igual
que
sucede
en
la
Parroquia
de
Umbrete,
aunque
el
impulso
recibido
en
los
tiempos
pretéritos disminuyó enormemente y podemos decir que se inició un periodo de larguísima decadencia.
Entre
las
reformas
acometidas
debemos
considerar,
de
relevancia,
la
renovación
de
los
techos,
pues
se
estaban
cayendo
y
la
conversión
de
los
arcos
ojivos
en
medios
puntos
por
el
Cardenal
Rodrigo
de
Castro,
en
torno
a
1595,
quien,
personalmente,
entregó
200
ducados
para
la
citada obra.
La
Capilla
Bautismal
fue
reformada
por
mandato
del
Arzobispo
Jaime
de
Palafox,
siendo
bendecida
la
Pila
de
jaspe
rojo,
que
aún
permanece,
el
5
de
mayo
de
1697,
con
la
particularidad
que
la
primera
persona
bautizada
en
ella
fue
una
esclava
de
origen
turco
que
recibió
por
nombre el de María de la Concepción.
En
1705,
bajo
el
mandato
del
Cardenal
Manuel
Arias,
se
acometió
con
la
supervisión
del
Maestro
Mayor
de
Fábricas
del
Arzobispado,
Diego
Antonio
Díaz,
una
gran
reforma
consistente
en
reconstruir
gran
parte
de
los
techos,
especialmente
el
del
Altar
Mayor,
calzar
con
ladrillo
las
paredes
del
muro
de
la
Plaza
por
el
exterior,
hacer
una
puerta
nueva
al
campanario
donde
estaba
el
antiguo
Coro
bajo
(la
puerta
que
existe
para
tal acceso), cegar la Puerta del Perdón (de los novios) y trasladar allí el citado Coro y volver a tejar el edificio.
Entre
1756
y
1758
se
produce
otra
gran
reforma,
debido
a
las
consecuencias
del
Terremoto
de
Lisboa
de
1
de
noviembre
de
1755,
siendo
costeada
por
el
Cardenal
Francisco
de
Solís
y
que
darán
a
nuestra
iglesia
la
apariencia
que,
prácticamente
ha
llegado
a
nuestros
días,
así
como
la Cruz Patriarcal y el azulejo con el escudo personal del Cardenal situados en la torre.
En el siglo XVII, en el interior del templo se decía misa en cinco altares:
El
altar
Mayor,
de
madera
tallada
y
dorada,
compuesto
de
pinturas,
siendo
las
más
destacadas
la
gran
pintura
central
que
representaba
la
Natividad
del
Señor
y
la
del
ático
que
representaba
a
la
Inmaculada
Concepción.
Todo
apunta
a
que
este
retablo
llega
a
Brenes
en
la
primera
mitad
del
citado
siglo
XVII
por
mediación
del
Obispo
Auxiliar
D.
Juan
de
la
Sal
y
la
autoría
de
las
pinturas
vendrían
de
la
mano
de
un
reconocido
pintor
de
aquel
tiempo,
aunque
no
hay
documentos
que
lo
corroboren
y
las
citadas
pinturas,
que
permanecieron
distribuidas
por
la
iglesia
al
ser
sustituido
dicho
retablo
por
el
actual,
en
1791,
fueron
destruidas
en
1936.
El
actual
retablo
procede
del
Convento
del
Espíritu
Santo
de
Sevilla,
donde
fue
bendecido
en
1622,
siendo
su
talla
obra
de
Luis
de
Figueroa
y
las
pinturas
(las
que
no
fueron
destruidas
en
1936)
obra
de
Juan
del
Castillo,
por
delegación
de
su
suegro
Antón
Pérez,
fue
un
encargo
personal
de
Doña
María
Fernández
de
las
Heras,
viuda
de
D.
Pedro
de
los
Reyes
y
llega
a
Brenes
por
mediación
del
Arzobispo
Alonso
Marcos
de
Llanes,
en
el
ya
citado
año
de
1791.
No
hay
evidencias
de
ningún
enterramiento
bajo
este altar al estar bajo el patronazgo exclusivo de la Mesa Arzobispal.
El
altar
colateral
del
Evangelio
(hoy
altar
de
Nuestro
Padre
Jesús
del
Gran
Poder)
dedicado
a
Nuestra
Señora
del
Rosario,
era
el
Sagrario
de
la
Parroquia
y
en
varios
momentos
fue
designado
como
Altar
Privilegiado.
Contenía,
tras
su
barandilla
de
hierro,
un
pequeño
Sagrario
de
madera
dorada
y
la
imagen
de
bulto,
aunque
vestida,
de
Nuestra
Señora
del
Rosario
con
Niño,
escultura
del
primer
tercio
del
siglo
XVII,
obra
anónima
de
la
Escuela
Sevillana,
atribuible
al
círculo
de
Mesa.
Este
altar
fue
remodelado
en
la
primera
mitad
del
siglo
XVIII
con
la
ejecución
de
un
retablo
de
madera
(de
autoría
desconocida
y
actual
retablo
de
San
Antonio
de
Padua)
sobre
una
mesa
de
azulejería
sevillana
con
escudo
dominico,
en
el
cual
se
incorporaron
tres
pinturas,
entre
las
que
destacaba,
en
su
ático,
la
de
Nuestro
Padre
Jesús
de
las
Penas
(Cristo
sentado,
coronado
de
espinas
junto
a
la
columna)
y
en
las
calles laterales San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán.
El
altar
lateral
del
Evangelio
(hoy
altar
de
María
Stma.
de
la
Amargura)
dedicado
al
Santísimo
Cristo
de
la
Vera
Cruz
y
Caridad,
contenía
la
imagen
de
Cristo
Crucificado
de
dicho
título,
imagen
anónima
de
la
primera
mitad
del
siglo
XVI
realizada
en
pasta
de
madera.
Este
altar
fue
remodelado
en
1727
con
la
ejecución
de
un
retablo
de
madera,
obra
de
José
Fernando
de
Medinilla,
que
incluía dos pinturas a modo de Calvario con las figuras de San Juan y María Magdalena. Fue sustituido por un dosel en 1942.
El
altar
colateral
de
la
Epístola
(hoy
altar
de
Nuestra
Señora
de
los
Dolores
en
su
Soledad)
dedicado
a
Nuestra
Señora
de
la
Concepción,
contenía
la
antigua
imagen
de
la
Inmaculada,
de
principios
del
siglo
XVI,
la
cual
fue
sustituida
a
mediados
del
siglo
XVII
por
otra
imagen
más
acorde
al
gusto
barroco
de
la
época
y
que
perduró
hasta
1936,
ocupando
desde
1791
hasta
esa
fecha
el
Altar
Mayor.
Originalmente
el
altar
contaba
con
una
magnífica
decoración
mural,
es
decir,
pintado
directamente
en
la
pared,
con
motivos
concepcionistas,
pero
se
sustituyó
por
un
retablo
de
madera,
obra
de
Cristóbal
Vázquez,
realizado
en
1753
y
que
permanece
en
el
mismo
lugar
hoy
en
día.
Este
retablo
tenía
dos
pinturas
en
las
calles
laterales
representando
a
San
Francisco
de
Paula
y
Santo
Tomás
de
Aquino,
hoy
desaparecidas
y
en
el
camarín
de
su
ático
acogió,
primeramente,
la
imagen
de
San
Antonio
de
Padua
y
posteriormente,
la
imagen
de
Cristo
Resucitado
que
existía
en
la
Parroquia
desde,
al
menos,
principios
del
siglo
XVII.
La
primitiva
imagen
de
Nuestra
Señora
de
la
Candelaria
pasó
a
ocupar
este
retablo,
en
la
primera
mitad
del
siglo
XIX,
pues
no
hay
referencias a la existencia de esta imagen sagrada en el templo con anterioridad, aunque sí sobre la celebración de su Festividad.
El
altar
lateral
de
la
Epístola
(hoy
altar
del
Santísimo
Cristo
de
la
Vera
Cruz
y
Caridad)
dedicado
a
Señora
Santa
Ana,
contenía
el
grupo
escultórico
de
la
abuela
de
Cristo
junto
a
su
hija,
la
Virgen
María,
dándole
lección,
si
bien
hay
documentos
de
la
primera
mitad
del
siglo
XVIII
que
indican
que
el
conjunto
escultórico
contenía
también
un
Niño
Jesús,
tratándose
de
una
obra
anónima,
probablemente,
de
la
segunda
mitad
del
siglo
XVI.
Este
altar
llegó
a
tener
retirado
el
culto,
a
finales
del
siglo
XVII,
por
lo
reducido
del
Ara
para
consagrar.
El
cuidado
de
este
altar
estaba
vinculado
a
la
Familia
Mancera
y
más
tarde
a
sus
descendientes,
los
Caro,
quienes
costearon
un
nuevo
retablo
en
madera,
bien
entrado
el
siglo
XVIII
y
de
autoría
desconocida,
que
incorporaba
en
su
ático
una pequeña pintura en lienzo de San Joaquín.
Además
de
las
imágenes
citadas
de
Concepción,
Rosario,
Vera
Cruz
y
Señora
Santa
Ana,
en
el
siglo
XVII
se
identifican
otras
imágenes
sin
altar
propio
en
la
Parroquia
como
son
la
de
Cristo
Resucitado
y
San
Juan
Bautista
(desaparece
en
el
último
cuarto
del
siglo
XVII,
al
iniciarse
la
reforma
de
la
Capilla
Bautismal),
fuera
de
la
Iglesia
se
identifican
las
imágenes
de
Señor
San
Sebastián,
talla
anónima
de
principios
del
siglo
XVI,
Nuestra
Señora
de
la
Soledad,
talla
anónima
de
finales
del
siglo
XVI,
y
Santo
Cristo
de
la
Soledad
(Santo
Entierro),
talla
anónima
probablemente
de
la
misma
época
que
la
Virgen,
que
reciben
culto
en
sus
altares
propios
ubicados
en
la
Ermita
de
San
Sebastián;
y
la
imagen
de
Nuestra
Señora
de
la
Piedad,
ubicada
en
una
capilla
en
el
antiguo
Hospital
de
la
Villa
(actualmente
sobre
su
solar
se
levanta
la
parte
trasera
de
la
casa
hermandad
de
la
Vera
Cruz),
del
cual
era
traída
a
la
iglesia
cada
vez
que
se
le
ofrecía
una
misa,
realizándose
éstas
en
el
Altar
Mayor,
siendo
numerosas
las
idas
y
venidas
documentadas
entre
finales
del
siglo
XVII
y
mediados
del
siglo
XVIII,
fecha
en
que
desaparecen
las
referencias a la misma.
En la primera década del siglo XVIII se documenta la presencia de tres nuevas imágenes en nuestra Parroquia:
San
José,
con
el
Niño
en
brazos,
de
autoría
desconocida,
fue
adquirido
por
medio
de
limosnas
que
pidieron
varias
señoras
de
las
Familias
Romero
y
Quintanilla
por
el
pueblo.
No
se
le
identifica
en
un
altar
propio
hasta
principios
del
siglo
XIX,
siendo
un
retablo
de
madera
pintada
de
estilo
neoclásico,
ubicado
donde
hoy
se
encuentra
el
Altar
del
Sagrario,
aunque
en
principio
no
hacía
esa función Sacramental.
San
Francisco
de
Asís,
de
autoría
desconocida,
su
altar
fue
ubicado
en
el
lugar
que
actualmente
ocupa
Nuestra
Señora
de
la
Candelaria,
un
pequeño
tabernáculo
de
madera
tallada
y
dorada
de
poca
relevancia
a
excepción
de
la
peana
sobre
la
que
se
ubicaba
la
imagen,
pues
se
trataba
de
uno
de
los
antiguos
Sagrarios
del
Altar
Mayor,
siendo
significativa
la
pintura
de
un
magnífico
Niño Jesús en el mismo.
San
Antonio
de
Padua,
con
el
Niño
en
brazos,
igualmente
de
autoría
desconocida,
contó
con
retablo
propio
desde
el
último
cuarto del siglo XVIII en madera tallada y dorada, ubicado en el mismo lugar que actualmente ocupa dicho Santo en la iglesia.
A
mediados
del
siglo
XVIII
se
identifican
las
imágenes
de
Nuestra
Señora
de
Guía,
sin
más
datos
y
Nuestra
Señora
de
la
Encarnación,
con
altar
propio
entre
los
de
Nuestra
Señora
de
la
Concepción
y
Señora
Santa
Ana,
tratándose
de
una
imagen
de
vestir
de
la
que
se
desconoce
la
autoría
y
la
procedencia,
pues
la
documentación
apunta
que
tuvo
gran
devoción
en
el
pueblo
en
el
siglo
XVI,
aunque
las
referencias
escritas
sobre su talla sólo abarcan la segunda mitad del siglo XVIII.
En
el
último
cuarto
del
XVIII,
son
trasladadas
a
la
Parroquia
las
imágenes
de
la
Ermita
de
San
Sebastián,
por
su
estado
ruinoso,
la
imagen
del
Santo
Entierro
es
ubicada
en
el
testero
izquierdo
de
la
Capilla
Bautismal,
en
un
dosel
rojo
con
marco
de
madera,
junto
al
cuadro
de
San
Juan
Bautista
y
el
Bautismo
de
Cristo,
en
el
testero
principal
de
dicha
capilla,
la
cual
estaba
separada
del
resto
del
templo
por
una
verja
de
madera.
La
imagen
de
San
Sebastián
es
ubicada
entre
Vera
Cruz
y
San
Antonio
(actual
ubicación
del
retablo
cerámico
de
Nuestra
Señora
del
Rocío),
la
imagen
de
Nuestra
Señora
de
la
Soledad
fue
guardada
en
el
almacén
de
la
Sacristía,
que,
finalmente,
fue
convertido
en
Capilla
con
la
apertura
del
arco
necesario
para
unirlo
al
templo
(es
el
actual
Sagrario)
en
1792,
con
licencia
del
Arzobispo
Llanes.
En
esta
nueva
capilla,
en
fechas
cercanas
a
su
apertura,
se
instaló
un
retablo
para
la
citada
Virgen,
de
madera
tallada,
pintada
y
dorada,
así
como
un
retablo
de
estilo
neoclásico
para
la
imagen
de
San
José
y
a
principios
del
siglo
XIX
se
identifica
la
presencia,
en
ella,
de
una
imagen
de
Señora
Santa
Lucía,
aunque los inventarios apuntan a que se trataba de un pequeño cuadro en lienzo.
También
a
mediados
del
siglo
XVIII
se
realiza
un
altar
para
las
Ánimas
Benditas
del
Purgatorio,
se
trata
del
mismo
retablo
que
permanece
actualmente,
compuesto
por
un
cuadro
grande
de
las
Ánimas,
destruido
en
1936
y
en
su
ático,
la
imagen
de
Nuestra
Señora
del
Carmen,
que
aún
podemos
contemplar.
Estas
pinturas
parece
que
ya
estaban
en
la
Parroquia
en
el
último
cuarto
del
siglo
XVI,
si
bien
no
conformaban
un
retablo
que
sirviese
de
altar
para
el
culto.
A
principios
del
siglo
XIX
se
habla
de
una
imagen
de
la
Virgen
del
Carmen,
aunque
suponemos
que
se
refieren a la pintura de este altar. Este retablo recibió también la concesión de Altar Privilegiado.
En
tiempos
de
la
epidemia
de
fiebre
amarilla,
a
principios
del
siglo
XIX,
también
se
identifica
la
presencia
de
una
imagen
de
San
Roque,
sobre el cual no se tienen más datos y también aparece, por esas fechas, una imagen de vestir de Nuestra Señora de la Candelaria con su Niño.
En
el
siglo
XX
y
con
anterioridad
a
la
Guerra
Civil,
se
adquirieron
una
serie
de
imágenes
de
escaso
valor
artístico,
tales
como
un
San
Rafael, que fue retirado del templo, un Sagrado Corazón de Jesús, una Inmaculada Concepción y un San Estanislao de Kotska.
Respecto
a
las
pinturas
de
mérito
que
adornaron
nuestra
Parroquia
hasta
1936,
debemos
destacar
las
del
actual
Altar
Mayor,
obra
de
Juan
del
Castillo,
y
en
los
testeros
laterales
del
Presbiterio
se
podían
contemplar
dos
lienzos
grandes
con
representaciones
de
la
Virgen
de
Belén
y
el
Nazareno.
De
gran
valor
era
la
tabla
del
Sagrario
de
San
Francisco
representando
al
Niño
Jesús,
así
como
una
Purísima
Concepción
grande
sobre
el
arco
de
acceso
a
la
Capilla
del
Sagrario
y
dentro
de
la
dicha
Capilla
otro
cuadro
grande
del
Nacimiento
de
Cristo,
que
originalmente
pertenecían
al
primitivo
retablo
del
Altar
Mayor.
En
la
nave
del
Evangelio,
entre
los
antiguos
altares
de
Rosario
y
Vera
Cruz
se
admiraba
una
magnífica
representación
del
Quo
Vadis.
Otras
obras
menores
representaban
a
Santa
Teresa
(confundida
con
Santa
Rita
por
el
pueblo
y
la
cual
se
conserva
en
la
Sacristía),
San
Antonio,
la
Purísima
Concepción,
la
Santa
Cena
(obra
de
1911),
Santa
Lucía,
Santa
Bárbara
y
varias obras más que representaban advocaciones de la Virgen.
Respecto
al
Archivo
Parroquial
sus
fondos
se
hayan
muy
mermados
a
excepción
de
los
libros
sacramentales.
Los
libros
de
Bautismo
arrancan
en
1534,
con
varias
lagunas
y
continuidad
desde
1590.
Los
libros
de
Matrimonio
también
son
continuos
desde
la
misma
fecha
de
1590.
Los
libros
de
Defunciones
son
continuos,
con
pequeñas
lagunas,
desde
1602.
El
resto
de
la
documentación
conservada
apenas
arranca
desde
mediados del siglo XIX.
En
la
Institución
Colombina
se
conserva
numerosa
documentación
sobre
esta
Parroquia
que
facilita
la
investigación
sobre
la
misma,
incluido algún libro de Colecturía del siglo XVII y libros de Cuentas de Fábrica de finales del siglo XVIII y del XIX.
El
archivo
se
guardó
durante
siglos
en
un
arcón
de
madera
ubicado
en
la
Capilla
Bautismal,
siendo
trasladado
al
altillo
de
la
Sacristía
en
1837.
Allí
sufrió
un
gran
deterioro
el
fondo
más
antiguo
al
verse
afectado
por
un
importante
problema
de
goteras
en
el
tejado
de
la
misma.
Siendo
bajado
a
la
Sacristía
y
colocado
en
un
armario,
aunque,
como
se
ha
dicho,
el
fondo
más
antiguo
tuvo
que
ser
destruido
por
su
grave
problema
de
humedad.
Entre
las
joyas
perdidas,
por
este
problema,
se
hallaba
un
Libro
de
Reglas,
en
pergamino,
de
la
Cofradía
de
la
Concepción,
de
principios
del
siglo
XVI
y
un
Libro
de
Visitas
Pastorales,
con
405
hojas
y
cubiertas
en
pergamino,
que
alcanzaba
desde
muy
antiguo hasta el año 1648.
Algunos
de
los
libros
y
documentos
desaparecidos
posteriormente,
aunque
no
sufrieron
daños
durante
la
Guerra
Civil
y
estaban
catalogados,
fueron:
el
Libro
de
Protocolos,
en
pergamino,
del
siglo
XVI,
Libros
de
Cuentas
de
Fábrica
(1630-64,
1698,
1719-30,
1776
y
1788-
94,
contando
este
último
con
uno
similar
en
el
Archivo
del
Arzobispado),
un
libro
de
la
Hermandad
del
Santísimo
Sacramento,
en
pergamino,
de
1588,
otro
de
la
Hermandad
de
Soledad
de
1642
y
otro
de
la
Hermandad
de
Ánimas
de
1782.
Si
bien,
por
los
inventarios
parroquiales
que
se
conservan
la
cifra
de
documentación
desaparecida
es
mucho
mayor.
Aunque
hay
casos
que,
simplemente,
cambiaron
de
depósito,
así,
la
Hermandad
de
la
Vera
Cruz
conserva
dos
libros
del
siglo
XVIII,
con
sus
Reglas
y
sus
cuentas,
que
estuvieron
en
el
Archivo
Parroquial
hasta
principios del siglo XX.
Sobre
la
orfebrería
de
nuestro
templo,
es
destacable
el
Ostensorio
de
plata
dorada,
que,
aunque
algunos
autores
sitúan
como
de
finales
del siglo XVI, parece corresponderse con el mandado hacer por el Cabildo Municipal en 1643.
La
Cruz
parroquial
de
plata,
con
su
crucifijo
dorado,
de
hacia
1600.
Existió
otra
más
pequeña
en
plata
cincelada,
de
estilo
proto-barroco,
hoy
desaparecida.
El
incensario
de
plata
de
la
primera
mitad
del
siglo
XVII,
siendo
la
naveta,
muy
probablemente,
la
contratada
con
Vicente
Gargallo
en
1786
,
así
como
las
Crismeras
de
plata,
decoradas
en
labor
plana
grabada,
que
aún
se
conservan,
de
principios
del
mismo
siglo
XVII.
O
el
Porta
Paz
de
la
misma
época,
que
servía
para
“llevar
la
Paz”
desde
el
Presbiterio
a
los
capellanes
y
sacerdotes
que
asistían
a
misa
en
el Coro bajo, a los pies de la Iglesia.
Se
conserva
un
Cáliz
liso
y
otro
de
plata
labrado
con
motivos
vegetales
de
estilo
plateresco,
con
su
Copón,
de
mediados
del
siglo
XVI,
así
como
una
Concha
para
los
bautismos
y
una
Caja
Pectoral
para
llevar
la
comunión,
de
cuya
autoría
y
datación
se
desconocen
datos,
aunque
están inventariadas desde finales del siglo XIX, junto al Porta viático de finales del XIX, que sigue en la Parroquia.
Se
conservan
varios
inventarios
donde
se
especifican
todos
estos
objetos,
si
bien
al
día
de
hoy
se
conservan
sólo
algunos
y
en
muchos
casos se indicaba su escaso valor.
Otras
piezas
y
elementos
que
formaron
parte
de
nuestro
templo
y
que
no
se
conservan
al
día
de
hoy
son,
entre
otros,
la
barandilla
de
hierro que separaba el Presbiterio del resto de la Iglesia.
El
púlpito,
ubicado
en
la
primera
columna
de
la
nave
del
Evangelio,
siendo
conocido
que
en
1755
se
realizó
uno
por
el
maestro
carpintero
Agustín de Espada y que vino a sustituir uno anterior de madera de Flandes.
Las
pilas
de
agua
bendita,
de
las
que
había
una
en
cada
puerta
de
entrada
y
otra
en
la
nave
de
en
medio
de
la
Iglesia.
Actualmente
sólo
hay en las dos puertas (de la Plaza y del jardín), pero no son las primitivas.
Las
puertas
de
la
Parroquia
fueron
originalmente
tres,
al
igual
que
hoy
en
día,
si
bien
durante
varios
siglos
permaneció
cegada
la
Puerta
del
Perdón
(también
llamada
Puerta
del
Sol
y
de
los
novios).
La
Puerta
de
la
Plaza
era
la
de
entrada
principal
y
en
ella
se
ubicada
una
tablilla
con
la
información
eclesiástica
para
el
pueblo,
así
mismo,
en
este
lugar,
hacia
el
interior
del
templo,
solían
enterrarse
los
curas
y
presbíteros
de
nuestra
Parroquia
para
que
los
fieles
pisaran
sus
tumbas
en
señal
de
humildad
y
devoción.
La
otra
puerta,
la
del
jardín,
era
la
Puerta
del
Osario,
por
conducir
al
pozo
osario
de
nuestra
iglesia,
ubicado
en
el
actual
jardín.
En
1794,
bajo
la
supervisión
de
Francisco
del
Valle,
Maestro
Mayor
de
Carpintería
de
Obras
del
Arzobispado,
se
renovaron
las
dos
puertas
de
madera
del
templo
“de
5
varas
de
alto
y
2
y
½
de
ancho”,
con
“huecos
para que entrase la luz”, contando ambas puertas con porches y canceles de acceso, desaparecidos hacia 1920.
Los
Coros,
debiendo
distinguir
entre
Coro
alto
y
bajo.
El
Coro
alto
era
el
dedicado
al
espacio
musical
del
templo,
pues
en
él
se
ubicaba
el
órgano
o
armónium,
según
fechas,
habiendo
constancia
de
la
existencia
del
citado
órgano
desde
1632
y
la
adquisición
de
un
armónium
nuevo
a
principios
del
siglo
XX
por
haberse
deteriorado
hasta
estar
inservible
el
antiguo.
Los
organistas
eran
pagados
por
el
Concejo
Municipal
(Ayuntamiento)
y
entre
ellos,
desde
1715,
destaca
el
organista
José
Gómez
de
la
Blanca,
cuyo
nieto,
de
idéntico
nombre,
nacido
en
Buenos
Aires, donde emigró su padre, es reconocido como uno de los padres de la Independencia de la República Argentina.
El
Coro
bajo
era
el
lugar
donde
seguían
la
Misa
Mayor,
oficiada
por
el
Cura
Propio,
los
Capellanes
y
demás
Presbíteros
que
había
en
nuestra
Parroquia,
pues
era
muy
común
la
presencia
de
varios
sacerdotes
adscritos
al
Templo
en
los
siglos
pasados.
En
un
principio
estaba
ubicado
en
el
espacio
donde
hoy
está
el
retablo
de
San
Benito,
contando
con
una
reja
de
hierro
que
lo
separaba
del
resto
de
la
iglesia
y
que
estaba
sujeta
a
la
columna,
donde
aún
se
aprecia
una
marca
de
óxido
de
la
dicha
reja.
Se
iluminaba
por
una
ventana
de
estilo
mudéjar
con
arco
de
herradura,
actualmente
oculta
tras
el
citado
retablo.
En
él
se
ubicaban
tres
bancos
grandes
de
madera
para
asiento
de
los
sacerdotes
y
los
atriles
de
los
capellanes,
durante
las
vacantes
de
las
Capellanías
de
nuestra
Parroquia,
y
en
el
siglo
XVII
había
un
facistol
de
madera
donde
se
colocaban
los
libros
de
coro,
este
elemento
y
los
libros
desaparecieron.
También
contaba
con
unos
campanilleros
de
madera
que
acompañaban
la
Consagración.
En
1705,
durante
la
reforma
de
Diego
Antonio
Díaz,
fue
trasladado
al
hueco
que
quedó
al
cegar
la
Puerta
del
Perdón,
donde
quedó
una
ventana
para
iluminar,
aunque
perdió
la
reja
y
el
facistol,
conservando
los
campanilleros
hasta
bien
entrado
el
siglo
XIX,
aunque
no
hubo retablos en este espacio hasta mediados del siglo XX.
Otros
elementos
habituales
en
el
pasado
de
nuestro
templo
eran
los
cepillos,
ubicados
junto
a
cada
altar.
Las
esteras
de
enea
para
que
los
fieles
se
arrodillaran.
Los
bancos
para
escuchar
misa
eran
escasos
y
en
las
grandes
Funciones
litúrgicas
se
pedía
a
los
vecinos
que
asistieran llevando sus propias sillas.
La
iluminación
se
hacía
con
velas
y
lámparas
de
aceite,
constando
la
donación
de
cinco
lámparas
de
plata
para
los
cinco
altares
de
la
Iglesia,
en
1646,
por
el
Capellán
Juan
Esteban
Gallegos,
natural
de
Brenes;
así
como
el
robo,
en
1756,
de
tres
lámparas
de
plata,
propias
de
la
Fábrica Parroquial y dos arañas de cristal, propias de las hermandades. Si bien eran elementos comúnmente renovados.
Por
último,
un
elemento
característico
de
los
templos
son
sus
campanas,
constando
en
nuestro
caso
la
existencia
de
dicho
elemento
desde
al
menos
1518.
En
1636
eran
dos,
al
incorporar
una
nueva
campana
realizada
por
el
maestro
Francisco
de
Ribas.
En
1764
se
añade
una
esquila a las dos campanas existentes y desde 1831 hay constancia de una matraca de madera para los toques del Sábado Santo.
HISTORIA DE LA PARROQUIA DE BRENES DE LOS ORÍGENES A 1936
Pedro J. Durán Zafra
Responsable de los Archivos Parroquiales